¿Catalejo o caleidoscopio?
- Begoña Garayoa
- 22 abr
- 2 Min. de lectura
Una mujer se despide desde la cubierta del barco. ¿Lo hace emocionada?, ¿angustiada?, ¿aliviada? No se gira, no se nos rebelan ni sus cavilaciones ni sus intenciones con este viaje. ¿Tal vez si tratamos de verla desde otra perspectiva o a partir de algún detalle? Alfonso Hernández Catá pondrá a disposición del lector múltiples vías para conocer las motivaciones de los personajes de El viaje sin fin, no obstante, el regalo está algo envenenado. La novela no tiene nada de simple. Bajo un tono ligero y irónico se esconde una estructura que tiene poco de estable, caminamos sobre cristales rotos. Saltamos página a página, no nos queremos cortar, corremos, como simulando que en realidad el camino no tiene grietas, obviamos los vacíos en los que se nos colarían los pies. Pero si al hacerlo al menos echásemos la vista abajo y detuviésemos la mirada en algún pedacito del espejo, la impresión sin duda sería la siguiente: este relato no se resume en una imagen inequívoca. Es lo único en lo que podríamos ponernos de acuerdo.
La cubierta de El viaje sin fin se escoge en señal de agradecimiento al prologuista, Ronaldo Menéndez, quien con mucha lucidez se pregunta: "¿cuál es la versión fidedigna de lo que realmente pasó en ese barco? Orden en la sala. Nuestra nave navega entre elipsis, en mares de diversos géneros narrativos que convergen para contar una sola historia. Estamos oteando un barco no con un catalejo, sino con un caleidoscopio. ¿Qué efectos y retos plantea esto para nosotros, los lectores de tierra?". Esta novela puede leerse con rapidez, aprovechando su aparente levedad, e incluso puede olvidarse tras cerrar el libro porque claro que podemos optar por la lectura que solo se contenta con la trama de aventuras y de romance, con su aspecto más folletinesco. Seguramente Catá estaría conforme. Ahora bien, él invita a un festín mayor, donde se puede repetir y los manjares tienen la capacidad de cambiar de sabor. Es confuso, sin duda, el estómago no sabrá ya si digiere dulce o salado. Ahora bien, les aseguramos que la experiencia es del todo embriagadora. No se la pierdan.
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