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Sobre el prologuista

  • Begoña Garayoa
  • 24 feb
  • 2 Min. de lectura

Estamos muy felices de presentaros al prologuista de esta edición de El viaje sin fin, el escritor Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970). De forma muy generosa, nos tendió su mano desde el otro lado del charco y se animó a embarcarse con nosotras para esta suerte de viaje naval. Poco sabíamos entonces de levar anclas y todavía hoy, con algo de nervios y mucha emoción, nos preguntamos qué nos deparará esta expedición. A diferencia de los protagonistas de la novela, hemos tenido la suerte de contar con alguien que ha puesto mucho de su parte para que la travesía fuese amable y apacible.


La estancia del escritor cubano por su ciudad natal es tan solo puntual, pues ya lleva más de 20 años asentado en España, donde también ha echado raíces en el territorio literario: es autor de novelas, cuentos, libros de viaje y de técnicas narrativas… De hecho, Menéndez es fundador de la escuela de escritura creativa Billar de Letras (Madrid) y también colabora con varios medios periodísticos de España, Hispanoamérica y Estados Unidos. Su trayectoria goza de reconocimientos tales como el Premio Internacional Casa de las Américas por los relatos de El derecho al pataleo de los ahorcados (1997) y el Premio Sésamo de Novela por La piel de Inesa (1999). Además, Las bestias (2005) y Río Quibú (2007) han sido aclamadas y consideradas novelas de culto, así como La casa y la isla (2016) ha tenido un gran éxito entre la crítica y el público. 


En esta última obra mencionada, Menéndez se aproxima a la Cuba castrista, sin embargo, su literatura invita a una lectura que trascienda la realidad cubana, un rasgo que sin duda comparte con Alfonso Hernández Catá. Cabe destacar también que los dos autores apuestan por una ironía inteligente, acaso ligera y juguetona, pero que apunta a cuestiones que exigen una reflexión atenta y crítica. Se estableció asimismo un diálogo entre ellos cuando Menéndez afirmó para la revista Hypermedia Magazine: “Le tengo miedo a la precariedad de las buenas intenciones de quien las pregona, [...] y también en lo bestia y elemental que somos, aunque gastemos tanta energía en hacerle creer a los demás que somos limpios y escrupulosos”. Sus palabras reflejan las inquietudes que se despertarán en el lector de El viaje sin fin: ¿podemos contar con el compromiso que el otro nos asegura?, ¿cómo nos puede afectar su negligencia?, ¿existe también en nosotros la posibilidad de desviarnos del pacto social y caer en nuestra faceta más primaria, con el peligro de arrasarlo todo a nuestro paso?


En las próximas semanas desgranaremos estas cuestiones y tantas otras que esta breve, pero compleja novela va planteando. Para ello volveremos a las lúcidas observaciones de Ronaldo Menéndez, por lo que no nos despedimos de él todavía. 

 
 
 

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